miércoles, 1 de septiembre de 2021

Juan Vucetich y las huellas dactilares

"Hace exactamente 130 años que se comenzó a aplicar el método de identificación de personas que perfeccionó este inmigrante croata nacionalizado argentino, que fue adoptado en el mundo

La casa donde nació en la isla Hvar, en el mar Adriático, actualmente se alquila para turismo y aún conserva un árbol que el joven Iván plantó. Vucetich tenía 24 años cuando llegó a la Argentina junto a su hermano Martín y otros amigos, y consiguió trabajo como capataz en Obras Sanitarias. Su función era el de vigilar el trabajo de los obreros.

Se nacionalizó argentino y cambió su Iván por Juan. Por 1888 se radicó en la flamante ciudad de La Plata, vivió en una casa de la calle 60 y entró como meritorio de contaduría y mayoría en la oficina de Contaduría y luego de Estadística de la policía provincial, con un sueldo de treinta pesos mensuales. Gracias a sus conocimientos y al manejo de idiomas, rápidamente escaló en la jerarquía.

Era una persona cálida, afectuosa, educada, humilde y amante de la música. Y era inteligente.

Se enfocó en organizar esa dependencia olvidada que era la sección de Identificación Antropométrica, ordenada bajo el método de Alfonso Bertillon, un francés que tomaba en cuenta las dimensiones de determinados huesos. El tamaño del cráneo, el largo del dedo medio, del pie y antebrazo izquierdos constituían su patrón de medida para identificar a las personas. Además de nuestro país, solo Estados Unidos, Canadá y Francia contaban con este tipo de dependencias.

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La fama que tuvo en el país no tiene comparación con la que se había hecho en el exterior, donde alababan la exactitud de su método. Estuvo en Europa, Asia y Estados Unidos en una larga recorrida, costeada de su bolsillo, para hacer demostraciones de sus investigaciones. Hasta el fisco lo aplicó en el Congo Belga, donde sus habitantes hacían lo imposible por no pagar impuestos: cambiaban de nombre y hasta adoptaban la identidad de otro. El método de Vucetich fue útil para subir la recaudación.

Lamentablemente, el Registro General de Identificación de Personas que había fundado el 20 de julio de 1916 duró poco. Al año siguiente lo cerraron, excusándose en la falta de presupuesto. Pero lo cierto es que “la identificación es de suyo chocante, porque repugna al espíritu de libertad, pues es el espionaje a las personas llevado a su grado máximo”, según justificó el interventor bonaerense José Luis Cantilo. Y se cometió la peor barbaridad: el mismo gobierno mandó destruir el archivo de fichas dactiloscópicas.

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Desanimado, se fue a vivir a Dolores, a la casa de su suegro Pedro Flores. Sus años de investigaciones junto a documentos, objetos y libros los donó a la Universidad Nacional de La Plata. Tenía 66 años cuando murió de cáncer y tuberculosis. “La decepción que amargó los últimos años de su vida a causa de la campaña insidiosa de la que fue víctima”, alguien escribió.

La familia rechazó el ofrecimiento de la policía de velarlo en la comisaría. Fue en la misma casa, en Pellegrini y Alem, que ahora es una escuela. En su Croacia natal su figura es recordada tanto como en su tierra de adopción y su memoria está tan viva como el método que lo hizo trascender."

Infobae

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