"Al día de hoy han muerto en prisión más de setecientos adultos mayores integrantes de las Fuerzas Armadas y de seguridad.
No ha sido un genocidio; definirlo así sería banalizar una palabra que, en la Argentina, ha pasado a ser usada irresponsablemente.
Simplemente han sido crímenes de odio.
Se comete un crimen de odio cuando una persona o grupo ataca o trata de perjudicar a otra –desde una posición de fuerza o poder– solo por su pertenencia a un determinado grupo político, social, raza, religión, orientación sexual, etc.
Es el Estado quien da impunidad a estos crímenes.
Los autores intelectuales están mayoritariamente en el Poder Ejecutivo y en el Legislativo, pero la mano de obra son los jueces y fiscales que periódicamente, con argumentos triviales, les niegan a estos ancianos tratamientos médicos que hubieran mejorado su calidad de vida, o una prisión domiciliaria que, al menos, les hubiera permitido morir entre los suyos.
Mientras los criminales actúen con impunidad y la sociedad esté callada, la justicia en la Argentina será una broma de mal gusto"
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