domingo, 13 de marzo de 2022

¿Por qué se le perdona la violencia a la izquierda?

"Desde hace años buena parte de la dirigencia exhiben comprensión y tolerancia ante una forma de hacer política que considera legítimo imponer su propia visión del mundo por la fuerza

El jueves pasado se produjeron brutales incidentes en los alrededores del Congreso mientras se debatía el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Cinco policías heridos; piedrazos; bombas molotov; destrucción del Congreso fueron algunos resultados. El único demorado ya está en libertad. Porque violar la ley en la Argentina o quemarle la cabeza a un policía es gratis. Los políticos han regalado el monopolio legítimo de la fuerza. Convencieron culturalmente de que el orden y la seguridad es de “fachos”. Desde Kosteki y Santillán a hoy, los gobiernos nunca más recuperaron el control de la calle.

Y es que desde hace años buena parte de la oferta política justifica los disturbios o delitos que se suceden de manera permanente, como una protesta legítima. Exhiben frente a la violencia comprensión y orgullo cuando se reivindica como revolucionaria y antifascista. Se trata de una forma de hacer política que considera legítimo generar violencia para imponer la propia visión del mundo y de usar la fuerza del estado para imponer conductas.

Hace ya tiempo, tambien, que una faceta del activismo más violento, de la mano de la Resistencia Ancestral Mapuche, se la pasa asolando la Patagonia: perpetran atentados en hidroeléctricas, usurpan tierras, cortan rutas, secuestran, roban ganado y cometen asesinatos y torturas. Esta violencia viene apalancada en el reclamo de los supuestos derechos ancestrales de la pretendida nación mapuche. Cuenta con la militancia de ONG, de partidos de izquierda y socialdemócratas, de sectores de la Iglesia Católica y del mito del buen salvaje. Reclaman un pedazo a la Argentina y otro a Chile para construirse un “estado” basado en premisas que no corresponden a los datos genéticos ni a la historia y que, sin embargo, sigue cosechando éxitos.

Esta tergiversación de los términos es el doble rasero que los progresistas han logrado imponer en Occidente. A pesar del accionar terrorista, en los medios masivos se llaman protestas o “rebelión frente a la desigualdad”. La violencia se califica dependiendo de quiénes son las víctimas. “No existe terrorismo que no sea de Estado” es la tesis que sostiene la izquierda internacional. Ven opresión en Estados Unidos, pero Cuba o Venezuela no les parecen dictaduras sino “otra forma” de democracia. Los mismos ideólogos que denunciaban las dictaduras en Chile y Argentina reclamando la intervención de la comunidad internacional, hoy acusan de intromisión en asuntos internos a quienes pretenden investigar los crímenes de Maduro o del régimen castrista."

Infobae

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