El término "genocida" ha vuelto a resonar en el discurso público, especialmente en el caso de María Corvalán, una joven de 20 años que descubrió la presunta participación de su abuelo, el coronel Benito Ángel Rubén Omaechevarría, en actos aberrantes durante la dictadura militar en Argentina. Más allá de la impactante revelación, es crucial abordar el uso de esta palabra y sus consecuencias en el ámbito del debate y la memoria histórica.
En Argentina, el término "genocidio" no ha sido empleado legalmente en las condenas judiciales relacionadas con la dictadura militar. No existe en la legislación nacional una figura penal específica para el genocidio, y las personas sospechadas o condenadas por delitos cometidos durante ese período lo son bajo otras categorías legales. Es importante destacar que esto no minimiza la gravedad de los crímenes perpetrados durante la dictadura, sino que resalta la importancia de la precisión en el lenguaje para evitar confusiones y malentendidos.
El reciente caso de María Corvalán, quien reveló la presunta participación de su abuelo en más de 100 desapariciones y abusos sexuales, pone de manifiesto la necesidad de un debate informado y respetuoso. La utilización del término "genocida" puede imponer una cancelación en la discusión al presentar un hecho aberrante sin permitir otras opiniones o matices.
En el caso de María, su testimonio es conmovedor y representa una realidad impactante que merece ser escuchada. Sin embargo, es esencial recordar que el respeto al debido proceso y a la presunción de inocencia son principios fundamentales en cualquier sistema democrático y de derechos humanos. La rápida etiquetación de alguien como "genocida" puede afectar negativamente la posibilidad de un juicio justo y equitativo.
Además, el uso de términos tan cargados emocionalmente puede polarizar el debate y cerrar la puerta a una discusión más amplia sobre los horrores del pasado y cómo abordarlos como sociedad. En lugar de emplear un lenguaje que imponga un veredicto definitivo, es crucial fomentar un espacio donde se pueda explorar y comprender la complejidad de los eventos históricos.
En conclusión, el caso de María Corvalán nos invita a reflexionar sobre la importancia de utilizar un lenguaje preciso y reflexivo en el debate público. Evitar la rápida aplicación de términos fuertes como "genocida" puede contribuir a un diálogo más respetuoso y enriquecedor, permitiendo una comprensión más profunda de nuestra historia y promoviendo un compromiso activo con la verdad y la justicia.
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