"Los gobernantes carecen de ideas y equipos para mejorar algo; en eso no hay grieta: todos resultaron un fiasco por igual
Cada parte de la grieta piensa lo peor respecto de la otra. La desconfianza se profundiza hasta alcanzar niveles incompatibles con una convivencia democrática y pacífica. Las hipótesis maximalistas respecto de las verdaderas intenciones del adversario (¿enemigo?) vuelven imposible cualquier interacción civilizada para coordinar acciones que permitan, por lo menos, mitigar los efectos negativos de la larga decadencia argentina, ahondada como consecuencia de esta pandemia. ¿Pensar en revertirla? Para eso, sería necesario debatir seriamente y en un entorno razonable ideas innovadoras que rompan esta inercia destructiva que alimentaron todos los gobiernos por acción u omisión, por errores o infantilismo, por inoperancia o caprichos.
Otra obstrucción es esa pésima costumbre de improvisar funcionarios y designar amigos, conocidos o entenados en áreas claves de la administración pública, sin la experiencia ni la formación mínimas. Los costos de las malas decisiones públicas son inmensos y duran generaciones: acceden a la botonera del poder sin preparar planes ni equipos de trabajo, tal vez con algún recorrido previo pero sin el conocimiento técnico específico. Dejan tras de sí un tendal de desarreglos, por lo general peor que el que encontraron al asumir."
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